jueves, 29 de septiembre de 2016

Cómo transferir nuestra mente a una computadora

El titulo de esta entrada es tan audaz como complejo. No todos los días uno se levanta con la idea de querer transferir nuestra mente a una computadora. Sobre todo porque nada nos orienta de manera practica a realizarlo. Algunos dirán que el mejor acicate que nos motive a pensar acerca de esto sea la idea de la inmortalidad, o simplemente, para tratar de saber como lograrlo. Pero como estamos hechos de preguntas, ninguna pregunta o conjetura será irrelevante.

Cuando nuestro nivel de entropía se incrementa con el tiempo los diferentes tejidos de los que estamos hecho van envejeciendo. Todo ellos disminuyen su efectividad y con el tiempo cada vez les cuesta más trabajo asimilar la energía del entorno. Empezamos a envejecer desde dentro hacia afuera, la célula disminuye su actividad, su eficiencia se ve drásticamente comprometida y los errores de trasncripción y replicación del ADN son más frecuentes. La incapacidad que va teniendo la célula para producir ATP, y de liberarse de la excesiva oxidación al final no resulta eficaz y van muriendo. Bueno, y ustedes se preguntán: ¿què tiene que ver esto con mi mente, con mi cerebro?

Las redes culturales alimentan nuestro mundo, contruyen y corrigen interrelaciones neuronales.



Pues tiene que ver mucho porque nuestro cerebro esta constituido de más de 100.000 millones de neuronas, que esencialmente son células, que han adquirido la especialización de transmitir información a través del envío y recepción de señales eléctricas entre unas y otras, aprovechando la minúscula diferencia de potencial que se produce entre sus contactos propiciado por un agente bioquímico. Esta diferencia de potencial, o como en neuromedicina se llama Potencial bioelectrico, determina la velocidad y eficacia de transmisión de información  A todo este proceso se le denomina sinapsis. Pero, ¿Qué propicia que estos millones de hechos comunicativos entre mis neuronas permitan hacer de mí una estructura biológica pensante, deseante e infinitamente complicada?

Los 1.400 centímetros cúbicos de masa encefálica encierra el más grande misterio de la filosofía de la mente y la actual neurociencia: La conciencia. Literalmente estamos atrapados dentro de nosotros mismos, y lo más interesante es que tememos a salir de sí mismos. Esta experiencia que produce el ser concientes de nuestra distancia con el mundo, estas sensaciones de limitación entres nuestros deseos y desaveniencias producen el incuestionable marco de pensar nuestro dolor o alegría en términos del objetivo del caleidoscopio por el cual estemos observado la realidad.  Así muchos estados de conciencia son como escribe el conocido filosofo francés, paul ricoeur: " La conciencia no es un lugar cerrado del que me pregunto cómo alguna cosa entra desde fuera, porque ella está, desde siempre, fuera de ella misma".

La mente es la suma de varios hechos, uno  la conciencia que nos otorga el arquetipo para construir simbólicamente el mundo que acaece y la herramienta para que esto sea posible: El lenguaje. El lenguaje con el cual interpretamos los hechos hace de nosotros seres simbólicos, este abre la puerta de lo extraño, de lo incognoscible, en una palabra, le otorga: Sentido.

Yo soy mi conectoma

Sebastian Seung, es un  influyente neorocientífico que propone la idea de que nosotros desde el punto de vista de nuestra neuroanatomia, somos la construcción de nuestras conexiones interneuronales. Somos los diferentes caminos que entre una y otra neurona se establecen, a partir de nuestra funciones neuroanatómicas. Todos los recuerdos e información que nos hacen ser como somos, están traducidos en la forma como distintas, miles, millones de neuronas se ubican y construyen sus caminos: a esto se le denomina Conectoma.


Trazar el conectoma humano es un de los objetivos del milenio, un trabajo equiparable a lo que fue el genoma humano, pero sin duda más complejo. 

Tal vez lo más importante que hace de cada uno de nosotros único, es nuestra personalidad. Esta identidad es la suma de muchas cosas, no solo indentificables a través de nuestras huellas dactilares o los patrones de nuestro iris, sino la manifestación de nuestros sentimientos, sueños, pensamientos, sensaciones,  que se configuran y adquieren significado con la datación de valor o trascendencia que le demos en cada una de las etapas de nuestra vida. Roger Bartra es un antropologo mexicano, que tiene un libro muy interesante titulado "Antropología del cerebro", donde propone la tesis de que no existe una separación tajante entre nuestras conexiones interneuronales y los circuitos culturales externos que expliquen lo que entendemos como conciencia. Propone la existencia de un exo-cerebro que es mucho, millones de veces más complejo que el nuestro, porque esta alimentado por las diferentes redes, modos e interacciones de significado, en otras palabras, la sustancia cultural exterior que alimenta las sociedades humanas es la suma de cientos de conectomas que mimetizamos en nuestra educación cultural. 

Tal vez esto del conectoma individual sea la forma material más cercana de almacenar o querer perpetuar nuestro recuerdos, nuestra identidad. Pero algunos se preguntarán, ¿porque quería hacerlo? ¿qué razón práctica me motivara a ello? Tal vez al ser concientes de nuestra propia finitud, y de la plena certeza de nuestra muerte, un afán de permanecer siempre queda en nosotros. Aún para los más prudentes, en algún momento de nuestras vidas este pensamiento ha atravesado nuestras conciencias. 

Resulta al fin muy motivante e interesante llegar a pensar que toda nuestra identidad, nuestro conectoma pueda ser almacenado y tal vez transplantado en otro tiempo. Pero de lo que sí podemos estar seguros, es que hasta el momento la única y más eficaz herramienta por la cual podemos trascender y poder ofrecerle al mundo de la vida una parte de nuestra conectoma, nuestra identidad, es a través del lenguaje. Ya sea desde el uso de nuestra lengua materna, o mediante la puesta en práctica de las distintas formas de expresión humana. Creo a mi modo de ver, que no hace falta esperar para que toda nuestra mente sea transplantada materialmente a un dispositivo electrónico, sino que ya, desde hace mucho tiempo, desde los principios de la fundación de la civilización humana, lo hemos estado haciendo, hemos estado construyendo cultura y esa es la mejor manera de trascender. 

Anexo

Sebastian Seung: I am my connectome


FUENTES.

* Bartra, Roger. Antropología del Cerebro. La conciencia y los sistema simbólicos. Fondo de Cultura economica. Mexico, 2006. 229 pag.

* Ramachandran, Vilayanur S. Lo que el cerebro nos dice. PAIDOS IBERICA. Madrid, 480 pag.



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