miércoles, 6 de mayo de 2015

Tú eres demasiado grande, y mi vida es demasiado corta.

Tú eres demasiado grande, y mi vida es demasiado corta.

Hola.

Vuelvo a ser yo.

Pero, esta vez, te tengo más ganas que nunca.
Y me pregunto si desde que dejé de desearte con la intensidad con la que solía hacerlo, has seguido pensando en mí. Porque yo, aunque durante un tiempo dejé de buscarte, nunca fui capaz de sacarte de mi cabeza.
Y hoy, siento de nuevo esas ganas irrefrenables de combatir el hambre que me acecha cada vez que me golpeas la conciencia. Porque desde que nos conocemos, esta sensación nunca ha cambiado:
Tú eres demasiado grande,
y mi vida es demasiado corta.
Y no lo sé. No sé si quiero darte la vuelta, acercarme al calor de tu sur, o helarme con cualquier parte de tu norte. No sé si quiero cambiar de hemisferio, de mar o de continente. No sé si tengo suficiente con un país, o si necesito ser partícipe de más de los que caben entre mis bolsillos y mi cartera.

Aún no lo sé.
Pero lo que sí sé, es que siento unas ganas desmesuradas de empaparme de cada rincón que me rodea, de absorber con mis cinco sentidos la experiencia que atrapa cada uno de tus recuerdos, cada unos de tus lugares. Ganas de convertirme en parte de la historia de cada huella que dejo y de cada camino que piso. Y ganas, en definitiva, de que cambiando la historia de un lugar sólo con mis pasos, sean estos los que terminen cambiándome a mí.
Porque tus horizontes, mundo, han comenzado a formar parte de mis sueños.
Y desde que te debo la vida, intento llenarte de ella. Por eso, a veces, cierro los ojos e imagino que te conozco un poco más, que descubro tus secretos y que, a partir de ese momento, soy ya de los que los puede contar.
Porque quiero desnudarte poco a poco, sorprenderme con cada una de tus marcas, besar tus cicatrices, maravillarme con tus virtudes y escandalizarme con tus defectos. Quiero verte, olerte, oírte, tocarte y, por supuesto, saborearte. Quiero saber cómo sabe la vida en cada una de tus esquinas. Quiero mojarme en tus océanos, tumbarme en tus continentes y quiero, además, saludar al Sol desde todos tus puntos cardinales.

Y no.
No quiero comerme el mundo.
Tan sólo quiero saborearlo.
Quiero llenar mi mochila de vivencias, mi calendario de lugares y mis agendas de personas. Quiero en mi vocabulario nuevas palabras, entre mis objetivos nuevos idiomas y, en mi forma de hablar, la sensación de que alguna experiencia precede la esencia de todo contenido. Quiero ser de aquí y de allí. De todas y de ninguna parte. Quiero un poco de cada persona que conozca, llevarme conmigo lo mejor de ellas y dejar en ellos una pequeña parte de mí.
Y es que lo que quiero de ti, mundo, no eres tú.
Son tus experiencias.
Por eso vuélveme a mirar, que voy directo hacia ti. Yo traigo las ganas, la fuerza con la que lucharé contra todos mis prejuicios, una cámara en mi memoria y la confianza con la que batallaré mis miedos.

Tú, deja en su sitio todo lo demás.

No me lo cambies,


Que voy.


Tomado de un escrito natural de una mochila por latinoamerica.