martes, 6 de junio de 2017

El paso del Quindio: Una travesía en bicicleta.

Por el  paso del Quindio han transitado a lo largo de su historia indigenas, criollos, negros, españoles, silleros, oidores, hombres bestia, tasadores de impuestos, virreyes, visitadores de provincias, guaqueros, viajeros, arrieros, cientificos, comerciantes, ejércitos, correos privados, encomiendas, campesinos y yo. Nada más importante en esta historia que comprender lo anterior, la construcción de la historia de la geografía nacional Colombiana y de nuestra identidad cultural estuvo determinada por los caminos que habian abierto las antiguas comunidades prehispanicas; lo que somos ahora es producto del intercambio cultural, económico y politico que se entretegieron a través de los caminos de tierra y piedra.
Toda esta historia nace de un libro. "Viaje por la Republica de Colombia en 1823 de Gaspard Theodore Mollien. Este viajero francés, perteneciente a una familia de acomodados comerciantes, deicidió hacia 1822 continuar sus viajes hacia suramerica, despues de haber terminado de visitar el africa. Las impresiones que refleja Mollien, además de abarcar los aspectos politico economicos de Colombia, no oculta su sorpresa en los paisajes y las orografía de los pasos montañosos. Son tan solo dos o tres reglones en los que refiere al paso del quindio, pero que fueron cautivantes para mí, en lo que se refiere a su existencia, su trazo y travesía. No decía nada, de quienes habían sido los que lo construyeron, ni muchos menos sobre su inicio o final. Solo que había un paso entre la ciudad de ibague hasta cartago, que servía de comunicación entre Santa fé y Quito.



Pues obviamente la búsqueda bibliografíca no hizo más sino empezar. Un mapa ideal formado por la lectura de los historiadores de la nueva granada plasmó en mí un panorama general de lo que me enfrentaba, desde joaquin acosta, luis lopez de mesa hasta indalecio lievano aguirre determinaron exactamente porque quería realizar una travesía en solitario y a bordo de una bicicleta. Podría facilmente haber alquilado un vehiculo, y simplemente transitar en la medida como la pregunta abriera el camino. Pero quería hacerlo lentamente, no quería que el detalle se me escapara. Quería sentir el esfuerzo de hacerlo, respirar el aire, que el pasmoso frio del páramo abrillantara el sudor de mi frente al detenerme.
El solo hecho de pensar como en el pasado estos caminos de tierra y piedra fueron testigos de la construcción de nuestra historia, no hacía más sino incrementar mi deseo de estar allí y ver. Fueron las comunidades indigenas de los Quindos las que habitaron este sector del centro de colombia, que abrieron pasos para intercambiar con sus vecinos, los carrapas y quinchas hacia el norte, Ansermas y gorrones al occidente, Putimas y panches al oriente y Bugas y Pijaos al sur. Así que los caminos ya estaban hechos para que cientos de españoles los aprovecharan y ejecutarán lo que entendemos como conquista. Los pasos se reestructuraron y acondicionaron en la medida como el flujo de mercancías incrementaban su volumen y los medios para realizarlos de volvían más complejos. Pero más allá de que los caminos cumplan esa ironica función de comunicación, en esencia son caminos para el avance de la guerra. En este caso del exterminio y de la imposición de una cultura, los caminos mucho más alla de formar una identidad cultural, fueron en esencia caminos que comunicaban la imposición de un modo pensar.
Los intercambios culturales nunca fueron ni serán justos, ni siquiera conociendo lo que sucedió en el pasado se pueden evitar cometer dos veces los mismos errores. Lo que sí creo que es que conociendo nuestra historia podemos entender como a cambiado todo y formarnos una idea de lo que seremos.

Con el acondicionamiento de  mi bicicleta, una preparación previa y entrenamiento fisico, decidí emprender mí travesía desde Bogotá, abordando una flota que me llevara junto con mi bicicleta hasta la población de ibague, Previas pesquizas me hacían concluir que el inicio más comodo y seguro para mi ruta, sería hacer el camino que va desde la salida que conduce hacia Armenia, tomando el desvío hacia el corregimiento de tapias, toche, bordeando las faldas del volcán Machín, valle del cocorá para luego coronar el boquerón del alto de la línea a 3.250 msnsm. De acuerdo a mi calculos la distancia hasta el boqueron de la línea desde ibague sería aproximadamente de 89 km; en un principio tenía pensado realizarlo en 3 días. Alojandome en tapias, para luego llegar a toche y finalizar en salento. Toda vez que la exigencia a la que me enfrentaba era supremamente fuerte. Todo lo que había leído del camino, me formaban una idea epica y dificil del camino.


Con dos camaras, dos baterias, una muda de ropa, impermeable, menaje para dos dias, cocineta y mi bicicleta, llegue hacia el  medio día con un hambre feroz. Justo al respaldo de la bahía de descargue de pasajeros en la terminal, un restaurante sacia el hambre de todos aquellos viajeros que llegán o continúan su viaje hacia el sur de Colombia. Sin ser yo la excepción, con la bicicleta en la mano, tres empleados me reciben con cara de sorpresa en su autoservicio, una de ella me increpa: "¿Muchacho, de donde viene?, ¿cómo lo dejaron entrar con esa bicicleta?", yo, sin entender su expresión, digo que me acabo de bajar del bus porque mañana voy a emprenderé una aventura épica. Ella sonríe nerviosamente, y baja la mirada hacia todas las opciones de comida. Sin que me pregunte, le digo que voy a subir por tapias, para llegar a toche subir hasta el boqueron de la linea y luego descender a salento. Sin dejarme terminar, me reprocha: "¿pa'que va ir por por allá?, mire, que por allá es peligroso, a usted lo ven con esa cicla y se la quitan, es muy peligroso". Maldita sea, pensé. ¡Qué menuda forma como las circunstancias me desbaratan el alegórico ideal de aventura y descubrimiento! Realmente, no sabía si me estaba mintiendo o su sinceridad rayaba con el miedo, y si aún la escena no había tomado todo su cariz de pelicula de terror, un segundo empleado: me dice en tono de sorna: "yo soy de toche, no vaya pua' ya, mas bien vaya a otro lugar, eso en el pasado fue zona roja", quien comienza a servirme el plato del día, interrumpe: "¿y va solo?, yo asiento afirmativamente, y esbozando lo que creo es una sonrisa ironica, dice: "¡yo no voy sola ni porque me paguen!". Cuando tengo el plato de comida en mis manos, me siento y les doy la espalda; siento que todas las miradas se posan sobre mí, susurrán mientras yo me llevo la primera cucharada a la boca. Veo desde lejos mi bicicleta apoyada en un mostrador y por mi mente pasa la idea fugaz que me la quiten, el pensamiento es interrumpido por el sabor amargo de una ensalada del día de ayer. Al terminar, me coloco el casco, subo a mi bicicleta, tomo fuertemente el manubrio y desciendo por la salida de los autobuses hacia la calle. Sin despedirme ni mirar a través, inmediatamente se forma sobre mi una aurora de heroe epico, en ese momento todo los rayos del sol caen sobre mi y una sensación de ahogo se desprende, estoy nervioso, tengo los labios secos.



No quiero pensar nada, hago como si nunca hubiese escuchado aquellos comentarios. No es cierto, si seguí pensando en eso, hasta que encontré un lugar donde pasar la noche. En realidad, cuando alguien me reprocha sobre un proyecto personal en solitario, y siento toda la carga negocionismo sobre lo que significa viajar solo, no respondo nada: y todo en base a que como es un proyecto personal, ¿en que cambiaría que yo intentara persuadir al otro sobre las ventajas de un proyecto que es personal y que solo me compete a mí? Al emprender un debate, las dudas se desatarían sobre mí y me impedirían dar el primer paso. Horas despues, mirando el techo del hotel, dije en voz alta: "Sumercé, me dice esto porque tienes miedo a salir de tu zona de seguridad, emprender una aventura siempre implica riesgos, y la mejor manera de disminuirlos es estar preparados, ademas si alguien intenta quitarme mi bicicleta tengo que pensar en ese momento como convencerlo para que me acompañe" Reí, y me visualice ridículamente.

La ansiedad de la ruta me impidió conciliar plácidamente el sueño, el deseo de salir a pedalear se confundía con todo lo que había leído acerca de los indios Quindos y pijaos. Un cacique pijao, abordaba mi bicicleta, y con una extraña habilidad transitaba por los estrechos caminos hasta llegar a su comunidad. Mostrando la bici a todos los suyos les hablaba en una extraño idioma sobre sus ventajas y sobre cómo se la acababa de quitar a un blanco miedoso que apenas empezaba ruta al ingresar a tapias. La extraña posición que había adquirido la noche anterior me despertó, y las tenues luces de una habitación vecina, me decían que era hora de levantarse y preparar el camino.



Ajusté todo el equipo, me miré al espejo del baño la rueda delantera de la bicicleta sobresalía en el campo de visión, la miré y luego volví sobre mí y recordé un pensamiento que había tenido dos noches antes: "los caminos más largos, sin atajos, son los que tienen las mayores las alegrías, por eso es que muy pocos los transitan, demandan mucho esfuerzo; pero hay al final una satisfacción, se siente un privilegio inconmensurable". Decidí no desayunar abundantemente, complací a mi estomago con una manzana y un par de bocadillos. El ridículo frío de la madrugada golpeaba mis mejillas, y el zumbar de la brisa contra mis orejas silenciaba el ruido que apenas nacía en las calles de la ciudad de ibague. La visión del cielo azul del día que despuntaba fijaba en mi mente un destello de esperanza, todo era especialmente único. Una extraña sensación de belleza se mezclaba en un cuadro donde lo unico que dominaba era el ruido de la cadena seca en su paso por los piñones de la tracción de la bicicleta.



El camino de tierra, se irguió ante mí y me sentí comodo. El sendero se perfilaba con las sencillas casas de latas y carton al lado y lado del camino, el latir de los perros le anunciaba a todo el mundo mi presencia. La versión que mi mente se había formado la noche anterior del paisaje era tan mediocre. La realidad me recibia a mis ojos, con la vegetación que caía al lado de la carretera, el aroma a humedad, y un inmenso arco de lo que inmediatamente se figuró como un primer tunel era la puerta de entrada del paso del quindio. Las motocicletas que venían en sentido contrario iluminaban el trayecto del túnel, con una distancia no mayor a 1 kilometro, y sanjando los baches llenos de agua estancada salí, pera entrar en otro en mejor estado de conservación pero más corto. Metros más allá, había la puerta de entrada a otro sin terminar, el arco del túnel lleno de maleza y vegetación adornaba la estructura inaugural de concreto y hormigón, de lo que tal vez fue una interesante iniciativa pero que quedó a medias.

El sol de la mañana despuntaba fuerte, la densidad de la vegetación se hacía más abundante, la separación de la casitas en la medida que avanzaba a lo largo del camino, era más amplia. Atrás había quedado la densidad de la casas, el ruido y la contaminación de la urbe. Respiraba profundamente sintiendo una sensación de pureza, la hilos de sudor caían de mi frente dejando que llegarán a mi boca . A lo lejos, al otro lado de la cordillera, se veía el delgado hilo de carretera principal de "la línea" que cortaba la colina por la mitad, el asfalto era una una cinta negra discreta, las pequeñitas cajitas que avanzaban sobre ella lo hacía tan lentamente que me podía dar el lujo de contarlas. "Ey!, estoy al otro lado,  yo los veó pero ustedes no me ven, pensé" Sin dejar de mirar el camino de tierra y piedra, y con la monotonía del pedaleo, mi mente trastabillo y cayó sobre la imagen del aquel pijao que unificó temporalmente la tribus de los pijaos, gorrones y bugas y al mando de 500 indígenas arrasó por allá en 1602 la ciudad de ibagué, reclamando la masacre que habían cometido los colonizadores contra 6.000 indígenas en lo que ahora es cajamarca. El ruido de una motocicleta que descendía interrumpió mi pensamiento, levante la mano derecha y saludo: "buenos dias" .



Nadie jamás sabrá quien fue aquel pijao, nadie jamás en la otra historia de Colombia lo mencionará nadie dirá ni reclamará su lucha como justa, aquel pijao yace en el fondo del olvido histórico, sepultado por kilómetros de ignorancia y desconocimiento. El sol y estos caminos que circundan las montañas, son testigos silentes de lo que fué. ¿cómo planearía su estrategia para atacar a los españoles? ¿transitaron por donde paso ahora? ¿cómo valorar la magnitud de su rabia? El sendero incrementa su pendiente,  aumento la velocidad, felizmente desciendo y grito: "¡¡malditos!!"

Cuando se afronta una ascenso, en la bicicleta, todo se vuelve más lento. La cabeza, dentro de uno mismo, le comienza a increpar. Como el peor de los jueces, sin misericordia. "que estabas pensado para estar por aqui", el ideal de anhelar una situación cómoda se apodera de todo el cuerpo. La mente es el más grande enemigo, y lo peor es que la mayoría de las veces uno no se da cuenta. Ya dice la filosofía oriental, es sabio quien controla y sabe dominar su mente. La tozudez de ella se hace pasar por razón , y un demonio de culpabilidad juzga toda acción como estúpida.


Llego al corregimiento de tapias, un descenso breve y rápido me lleva a una calle de concreto liso rodeado de 6 o 7 casas. Han pasado 9 horas desde que salí de ibague y tengo las tripas pegadas contra las costillas como decia mi abuela. Me siento en el arsen de una casita grande de madera pintada de rosa y blanco, un señor de piel rosada y ennegrecida me observa de forma inquisitiva, le saludo pero masculla entre los dientes sin entenderle nada. Una señora me saluda desde la ventana de la casa y como si me estuviera esperando me dice que si quiere lentejas con papas. Yo sorprendido, y sin dudarlo le digo que sí, que muchas gracias. "Deje la cicla ahí en el jardín,no pasa nada" me dice con una sonrisa. Acato su indicación y examino su rostro. Es una señora de piel rosada, con todos los años y sin ninguno. Cada vez que habla entorna los ojos y hace un gesto con la boca: "¿De donde viene, mijito? me pregunta, sacando su rostro por encima de una portezuela que divide la cocina de una sala grande con muchas sillas. "De ibague, salía las 6 de la mañana y quiero llegar por el camino de tierra y piedra hasta salento", digo con vehemencia. "le queda harto camino, de aquí pa' bajo descuelga y luego sube y sube ahí pa' rriba", dice saliendo de la cocina con un plato lleno de lentejas con tres o cuatro papas, me levanto y sin darle tiempo salgo a su encuentro y recibo el plato con un gesto reverencia. "huele muy rico", digo llevándome la primera cucharada a la boca. Le hablo de mi, de mi bicicleta, de lo que llevo recorrido y de lo generoso que ha sido el camino conmigo.


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